21.10.07

Se fueron las caras de diversión sobre fondo azul. Los empujones sobre fondo blanco. La aspereza de caer sobre él, y luego la carcajada otra vez sobre el azul. Balanceo de risas sin silencios ni penas rojas.
Hay un engaño en letras que produce una satisfacción rara, una satisfacción que dice que no quieren estar conmigo porque yo ya me di cuenta que tengo que estar lejos de ellos. Y eso es una maldad que invade los cuerpos que tendrían que ser más puros y transparentes.
Pero todo empieza así. Yo me voy porque desprecio tu forma de ser a veces, y luego veo con tristeza y maldad (cómo conviven juntas...) que ya ni siquiera es necesario poner una excusa para no participar de horas de sonreír simulaciones, sin fondo azul.
Tener terror de las desencajadas caras, de las perdiciones, de los efectos de brebajes asquerosos y humos olorosos que hacen de la gente un monumento a la felicidad de mentira. No hay cielo que les oficie de escenografía. Solo una oscuridad terrible que nos hunde, que los hunde, mientras sus risas rompen todo lo que crean otras cosas más sensatas, y los monstruos negros vuelven a salir de las paredes, derramando por el suelo vasos a medio vaciar y un solo ánimo en pie. Ya no hay culpas para eso.
Ahora somos distintos y con razones. Ahora los fondos azules vienen cuando los llamo, las superficies arenosas reciben juegos un rato, y si después sobreviene una sensación de que el camino está elegido y no hay tantos acompañantes, la vista hacia delante da indefectiblemente con quienes sí han optado por sonreír y morir de risa solo porque el sol pica en la cara y hace un buen día. En esa búsqueda andaremos, siendo nuestros delirios el orgullo de nada más que nuestra propia inventiva. Lo demás es un recuerdo, una elección, una chance, un apartado.

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