7.8.10

Duerme como una sombra adentro mío. Una sombra de medianoche. Duerme tranquilo, suave, porque sabe que no van a delatar su escondite. Sabe que puede agarrarse fuerte de las paredes de mi corazón, aguantar el embate de la sangre y seguir vivo, dormido y vivo.

Cuando cuento los cuervos siempre me dan negros. No he podido encontrar el ejemplar que me salve de tener que decirle que sí a la regla que rige el mundo. Con el manual de la doctrina me dan un poco por la cabeza, me hacen salir un chichón, me parten un labio y me preguntan si entendí. Entendí, sí.

Manipulación. Hago, deshago. Cuento baldosas y borro líneas de unión. Digo y me contradigo como un juego de niños. Mañana vas a notar mi mano sobre tu cabeza, y cuando te pongas a ver mejor notarás los hilos. El problema es que ya hace tiempo que estoy ahí, y no te diste cuenta. Ahora es tarde, porque generaste amor, y esa es la mejor forma de permanecer esclavo. Te quiero mucho me decís. Sos lo mejor que me puede pasar.

Y debo ser, sí. Debo ser mejor yo a alguno de esos que juegan con la comida antes de comérsela. Al menos yo, ya sabés, nunca llego a comerla. Me quedo en el jugueteo bobo del tenedor y la porcelana. Algunos creen que es que aún conservo piedad. Yo creo que es que aún conservo la cobardía. De todas formas podés pasarte por mi mesa en cualquier momento. Tengo cubiertos limpios y listos. Podemos descuartizarnos las pestañas, y seguramente yo use tus cuerdas vocales para hacerte decir cosas. Pero no hay porqué preocuparse. Perro que muerde no ladra.

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