28.10.12

Escalada al monte, otra vez. La fe en la sencillez de verdades que son complejas. El advenimiento de los suspiros, los gemidos, en las camas de los tipos que mintieron por verme reír, que dijeron la verdad por verme crecer, que escaparon de mi mirada de fuego por verme llorar.
No. Cascarrabias son los soles que apuntan fiestas de lino y sal sobre la mesa. En el recodo del camino veo un rostro fiel, la presencia de los que me animan a levantar la pera de contra el pecho. Pero...

¿Juego a favor de qué premisas? ¿Qué es lo que quiero entender? ¿Cuánto tiempo más se vive a razón de aguante? Trabajo a destajo.
Contemplo la posibilidad y me arremete el rayo de luz, fuerte y claro, dejando de espina bífida mi sensación, mi voluntad, mi puerto de aguas profundas. Por eso los codos, por eso los recodos, por eso la entrepierna sudando donde las ventanas jamás se abren. Por eso gritaste mi nombre cuando te estrujé la última gota de razón, y el delirio suave, cálido, estremecedor, te tocó en las sienes y te destapó el llanto blanco.

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