11.3.07

Después de lograr abrir el portón introduce la llave en la puerta, la hace girar con delicadeza, se cuelga la mochila en los hombros y entra.
La calle estaba desierta y la casa en calma. Alguien había dejado la luz del pasillo endendida (baldozas rojas. Recuerda habrese tirado arrodillada por ahí cuando era más chica, para resbalar...).
Camina intentando no hacer ruido.
Conoce todo de ese lugar. Las paredes, el armario donde hay muchos libros, la puerta con el vidrio roto, las sillas llenas de ropa, el olor a naftalina, los juguetes en el suelo, el ruido desde la calle, la respiración de los que ya duermen.
Entrar al cuarto le implica vencer los fantasmas de sus propios recuerdos. Cerciorarse de que son solo recuerdos.
La frazada que cubre la cama, la almohada, el espejo en la pared, el olor de las sábanas, el piso frío, las cosas colgadas del pestillo de la puerta, las puertas del placard abiertas sin nada adentro. Alguien quiso deshacerse de algunas cosas.
Se acerca al placard. La sensación extraña se acrecenta en su estómago.
Antes era celeste. No... era rojo. Y estaba despintado. Jugaban a que era un barco pirata, porque la cama tenia parte del placard arriba.
Y está vacío... antes de él salían vomitadas las sandalias de tacón alto, los pantalones extraños, las camisas...
Los fantasmas acuden con rapidez. De repente el pasado ataca con lanzas envenenadas. Alguna voz al oido le recuerda que ordenaba el placard para ella, que las sandalias eran muy pequeñas para un pie de adulto, que había ropa que nunca le había visto usar.
Y ahora el placard estaba ahi, vacío, como saqueado.
Y a las paredes le faltan las manchas de humedad, y los juguetes que aquel niño medio solo fue olvidando quedaron ahi, sin nadie que los rompa.
Aquel niño olvidado, que abandonó la infancia por aprender a sufrir, que emprendió el lento camino del entendimiento.
La cama está tendida.
Se acerca, deja la mochila en el piso y se mete en la cama. Las frazadas huelen apenas a naftalina.
En el horno debería haber una pizza. En la cocina, desorden. En el patio uvas por el suelo. En la mesa del living tijeras, tela, flores de cerámica y lápices de colores. En el piso una alfombra de lana donde recordaba estar sentada entre muchísimas personas hablando, riendo, gritando. El televisor prendido solo porque sí, aquel viejo recordando sus épocas en el campo, aquella vieja hablando de su recorrida por los cuarteles buscando al hermano preso, aquellas hijas juntas y luego la périda, aquellos nietos complotándose para crear el caos. Aquel sentimiento de comodidad suprema, aquello de que reir es obligación.
Se pone lo auriculares. No podría dormirse asi, sin ahuyentar a los fantasmas del pasado.
Se prende el displey celeste. Cierra los ojos e intenta pensar en la música.
Se acuerda que bailaban, a ella le contaron que bailaba.

2 comentarios:

Jeza dijo...

Hermoso texto, melancólico, eso sí. A mi también me trajo recuerdos.
Esos momentos en los que uno ve el pasado como realmente pasado, como algo que fue hace mucho, que nunca va a volver a ser, que tuvo su fin hace años... ahí viene la nostalgia.
Ah y una cosa del texto anterior. Se me llenó de estrellas el cuerpo al leer la pequeña frase de Delirium Tremens, me eleva esa canción.

Besos señorita!

JuanT dijo...

Me encantó eso de "emprender el lento camino del entendimiento", siempre encontrás las palabras exactas para volarme la cabeza.
Además, formaste un muy lindo paisaje, me voy a la tumba sin entender como logras hacerlo con tanta facilidad.
Me voy un rato y vos me escribís un montón de cosas para leer, ¿estás pasando por una racha de mucha escritura o es que ahora publicas todo lo que escribes?
Te dejo un saludo, encontrarte en el msn se ha vuelto mucho más complicado que de costumbre, se te extraña.

Besos, nos estamos leyendo.