7.3.07

I
¿Cómo es una entrada a un lugar donde ya estuvo uno? Una puerta que no se abre, ya que siempre está abierta para oir y seguir latiendo día por día y medio por medio. Adentro un flaquito y un gallego, con una guitarra en mano, van cantando y relatando la leyenda de un par de caminantes que transitaban un camino ya conocido, ya transitado y ya terminado, con mucho gusto y congoja a la vez. Que no van de la mano, y el camino solo va paralelo pero separado por una cruz de estrellas en el sur, por un cono de matemática de la primaria, una carpeta de Liceo y un omnibus sin destino más que volcar una ilusión.
II
La ilusión bienvista en un oriente muchisimo más cercano que una india y una china, una ilusión odiada por el verdadero oriente y temida por algunas esquinas de cartón. Una tormenta de polvo, tigres en el balcón, alacranes en la boca y miedo en el corazón pueden empezar a desteñirla y con el tiempo que quede un blanco túnica listo para su primer día. Listo para estrenar.
III
Un prestamo momentaneo, un baile salvaje se desgarra de las entrañas de una ciudad gris, de humo y de asfalto caliente. De húmeda y atónita mirada, desde un palacio, se derrumban los cimientos (frase que...) de una paz, de una edad de oro que terminó con un gol en el Brasil, con un abrazo en el bar, con un grito con la radio junto a la oreja. Se murió y queda lo que queda, estamos los que estamos y tiramos los que podemos. Amanezco, resucito y me defiendo a gritos. He perdido mil batallas pero hay una guerra que pienso ganar.
IV
Y si de repente así por el día, un caballero de paragüas y bombín de diéresis piensa que ya se vió y se afeitó muchas veces en la cara del espejo, si piensa que no hay otra dimensión y otro mundo más allá, si de repente se pierde entre el espiral de la rutina y el viaje en un acordeón por Cagancha square, no se alarmen, que pasa todos los días. No hace falta el paragüas porque está despejado por arriba, no hace falta un bombín para ocultar su cabeza a un Dios que no ve, no hace falta una diéresis porque nadie va a leer y entender, y no hace falta un espejo para conocer su cara (la de ella, no la de el) porque me la sé de memoria. Y mucho menos hace falta un espejo, porque en éste lado ya están todos. Y si en el espejo siempre está seguro de verse a usted, y si en el apodo siempre está seguro de ser feliz, y si en su carta siempre está segura de llorar, y si usted piensa leerme a mí, no se equivoque y empiece a pensar que todo lo que piensa está mal y está equivocado. Usted no tiene la razón, ni toda la razón del mundo pero tiene la razón y ¿sabe qué?, también toda la razón del mundo. Pero usted no es usted, ni yo soy quien usted piensa. Un saludo.

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