7.3.07

Notas encontradas en el refugio habitual de aquel guerrero sin guerra:

Día gris. El despertador suena implacable, y el ventilador sigue prendido. No hay necesidad, murmura el bichito de la realidad, o los escalofríos. Apago ambos. Siempre que me levanto siento que me duele todo el cuerpo. Y no es dolor físico. Es que durante la noche, tengo esta sensación, sobretodo hoy, de me la pasé pensando, aunque dormía. Y los pensamientos son como grandes pedazos de piedra que le van cayendo a uno sobre todo el cuerpo, se le desparraman de los bolsillos de la mente y caen barranca abajo hasta los pies.
Odio lavarme la cara de mañana. Bah, odio ese frío en la piel antes de la reconfortante sensación de espabilamiento.
Me lavo la cara, entonces, aunque lo odie, dientes, manos y una ducha rápida. Nunca me funcionó eso para despertarme.
Entonces salgo a la calle, o a la cinta de transporte.
Muchas veces lo sentí así, y ahora creo que le encontré la descripción: uno sale a la calle y no va a hacer su día, sino que se sube a la cinta esta que lo transporta por las obligaciones de turno.
Ojo, no es así siempre, pero, porqué no admitirlo, pasa seguido.
Así que la cinta de carga me sube a un transoporte colectivo que me lleva y, algunas vueltas previas, me devuelve a casa.
Y ahí sí, es cuando me atrinchero en la parte trasera de este pequeño mundo. Ya llegó gente, ya pasaron cosas, y yo no quiero ir a la parte delantera a enfrentar realidades conservadas en frascos de vidrio unas cuantas horas.
Igual... el mensaje lo dejé ahí, intacto, y ojalá lo entienda.
A modo de disculpas no dejé nada pendiente en mi cinta transportadora de hoy, para que no tenga quejas y me deje en paz en la trinchera, sin guerra ni batallas, con gotas de lluvias como balas que destrozan ánimos y mojan los techos de chapa.

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