20.3.07

Viajes hacia el mismo lugar, inciertos sucesos atados junto al bolso de ropa. Tanta gente ha corrido ya en la canaleta del lacrimal del tiempo, que los ha llorado de a poco y encerrados en una lágrima los depositó en algún lugar del empedrado.
Milagro para los que esperan de pie en una baldoza gris y los ven llegar así, arrastrados por la corriente, y se dejan mojar de eternidad un solo segundo. No dura nada. La magia llega, se desvanece, muere, y solo su rastro indeleble imprime huellas por todas partes. Huellas... que son solo huellas.
Antes de caer en reiterados balances, preferiría dejar ir lo que ya se sabe que está puesto en el camino, dejar rodar la piedra y agarrarme de una pluma que nos eleve tan alto que ni el rascacielos más alto (y por supuesto, ni las pidras del camino) tengan noción alguna de nosotros. Ser puntitos de alfileres, achicarnos hasta desaparecer. Si no existimos, nadie puede afirmar que no estemos en el mismo lugar.
Intento ser capaz de expresar hasta qué punto la pluma nos quedó chica. Y las piedras, rocas que el gigante de la montaña apartó de un manotazo.
Yo no sé qué tan lejos va a transportarnos esta pluma maltratada, no sé si quizás no demorará 30 segundos en depositarnos otra vez en aquella sala de butacas de colores. No sé si la pluma no será piedras, y las piedras pozos.
La única certidumbre (es palpable!) es aquella canaleta en los lacrimales del tiempo, donde como lágrimas los individuos son depositados frente a quien espera en la baldoza gris.
Como toda corriente de agua, desembocará en el mar. De ahí en más, quien sabe... alguien más esperará en las baldozas, alguna otra sala con butacas de colores decorará sus pesadillas o será sencillamente un rayo de Sol quien evapore la gota... y solo las huellas quedarán, como testigos invisibles, surcando de nuevas cicatrices esta historia de vida.

1 comentario:

JuanT dijo...

...sin palabras.