Las cárceles de tu alma, recuerdo intachable del tiempo que pasa y se te queda en la cara, se te vuelve lágrima en un surco en tus mejillas, se te cuelga de los párpados y te los cierra, te hace doler las pestañas y te rasguña la cara de a poquito.
Las cárceles de tu alma, indeleble suceso de la vida, cadenas de aquella emancipación perdida, sueños destituidos por incompetentes. Esas rejas de tu corazón, espacios cerrados al cielo, cruces de madera que cargan los años y van siendo más pesadas a medida que pasan... tus pies que cargan y se quieren deshacer.
Recorriendo una calle llena de fieles, devotos de la sangre, viéndote pasar. Y esa carga a cuestas, esas cárceles, esos presos escondidos adentro. Son sueños, son palabras, son preguntas que no querés hacerte para no encontrar la misma respuesta de siempre: la llave arriba de la mesita de luz, y esa mano tuya, temblorosa, que no se permite agarrarla.
Un día vas a estallar. No habrá límites que aplicar. El tiempo será un exceso derramando de los vasos en una mesa donde apoyar la sinceridad y descubrirse a uno mismo junto con la libertad que existe y está ahí, a un lado de ese sol que encandila, pero siempre se puede tapar con un solo dedo.
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