10.6.07

Que idiota el corazón de los hombres cuando espera tanto...
Sueña un sueño de mil páginas, siempre despierto, y se acuesta a dormir para no soñar nada, quietud nocturna vacía. Vacía...
Me acostumbré a cerrar los ojos cuando me levanto de la cama, a meterme dentro de la ropa y cerrar los poros a mi mundo interno.
Y de noche, cuando me acuesto, de despierto y vivo el real. Pero no sueño. Casi nunca sueño.
Las noches son largas parodias negras del ensueño del día, simples espacio donde las personas duermen.
Que idiota el corazón de los hombres cuando espera esto que no le sale y quiere decir, decir, decir... quiere hablar de la energía entre este y ese lado, un mundo aparte de coincidencias y eternas certezas de que sí, sí puede ser.
Y que idiota, que idiota cuando se calla. Y se calla. Eso es lo peor. Se queda cantando la canción de sí mismo todo el día, soñando imposibles detrás de la fina córnea de los ojos, andando por calles grises sin dejar de ocupar la mente allá arriba, alto, donde las balas de goma y las de lo cierto no pueden llegar.
Quién va a pincharme el globo de agua y mojará todo para desperar al idiota este en mi pecho, que de tanto imaginar cosas ya se quedó anesteciado...
Quién realmente vive dormido, escapando a la realidad, urgando en la mente por un lugar donde poder acostarse y decansar.
Vivimos durmiendo el largo sueño de los mil millones de años sin nada que esperar más que a la larga espera.
Y esta flor acaba de parir desencanto, y estos brazos se cayeron al pozo negro, y las primaveras al lado del mar son recuerdos taciturnos de las que no se acuerda el idiota adentro mío... idiota pensador de mundos, callado por el tiempo, durmiendo y esperando al mismo tiempo que lo despierten.

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