Volvé, volvé, pedía el corazón a la cabeza, que en un segundo se había disparado a la estratósfera a delirar realidades.
¡Volvé! Gritaba enloquecido. No subas, no subas...
Cuanto menos subas, menos duele la caida, decía después en un intento de consuelo a la encadenada cabeza.
Volvé, volvé. Y nos pasamos la vida volviendo al suelo.
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