30.8.07

Porque nos gusta, pero nos mata. Porque nos retuerce de placer y de impotencia.
De llanto entre ceja y ceja de cara ajena que se hace propio. Porque nos da dos madres a patadas, dos besos a escondidas, dos flores a la fuerza.
Porque nos llena los pulmones de intenso humo gris, y es gris, tan gris, tanto hollín. Y nos reconforta con suaves tardes silenciosas.
Porque todos los sueños viven en un décimo piso, y las bajezas son el subsuelo por el que caminamos, pisando la moral de algún dios y el rito escrupuloso de una señora atrapada en el tiempo.
El placer sadomasoquista de sus noches, el querer no volver jamás a las mismas luces de cabaret y la misma pollera que se sube lentamente y le da sacudones espasmódicos al hombre que mira como en vidriera.
Las vidrieras semiencendidas y una cara de desespero a las 20:00, hora de cerrar. Todas las 7 de la mañana son crueles cuchillos fríos que amenazan cortarle la rutina a la gente... y no, persisten invictos los días.
Porque hay un viento con olor a agua, porque basta torcer la cabeza desde San José y ver un río ancho como mar. Porque hay señores que vieron al Graff Spee, y a veces solo quedan de esos. Por las esperas congelantes al borde del fin del mundo, por un silencio eterno que dice no avanzo, no quiero entrar en ninguna avenida moderna, quiero seguir siendo siempre el basurero de un país... con callecitas finas, piolines de casa a casa, pocas luces y siempre la misma gente sacada de quicio, y cabales.

Por eso, por eso. Por eso tienen los días un sabor a regreso...

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