14/12/03
Estimado, es la palabra que quise usar siempre. Estimadísimo, sería algo tan chorreante como cuando Nana escurre un trapo, o la ropa con ese jabón azul. Y el agua cae contra la pileta de piedra del patio, debajo de la parra siempre, y plsssh salpica todo.
Estimadísimo. Chorreando estimado. Miles, Miles, Miles. Tu nombre me gusta porque no se lee como se leen todas las cosas. No sé de donde viene. No sé de donde viene nada en realidad. Tenés un lunar en el cuello, que no sé de donde viene. A veces creo que lo heredaste de tu mamá. Tu mamá era tan linda que no entiendo, porque las mamás nunca son tan lindas. En la única foto que vi tiene un vestido con pequeñísimos lunares negros. ¿Será de ahí el tuyo?
Sí, puedo pronunciar Miles (Mails!) mil veces todas las tardes, y hasta algunas noches. Mi nombre es tan normal, y la gente es tan normal, y los días son tan normales, que Miles es como un regalo sutil de lo poco común. Por eso me gusta.
De tarde hace mucho calor ahora. Nana no para de escurrir trapos y ropas, sudando y refunfuñando, y yo a veces me tiro en el pasto del patio a mirar nubes y buscarle formas. Cada vez que siento caer el agua contra la pileta, pienso en las palabras que me causan esa sensación (como estimadísimo). Pienso muchas palabras por minuto, así y siempre, y creo que mamá ya se dio cuenta. No sé si considera que está bien, pero yo creo que si supiera qué pienso no le gustaría.
A mí me gustan las palabras que causan cosas fuertes y sonrojan, o asustan, o conmueven fuertemente. Las demás me parece que sobran.
Quiero decirlas todo el tiempo, porque a veces pienso que si se dijesen más la gente viviría distinto.
En la feria, todos los miércoles y los domingos, parece que pasara lo mismo. Las mismas señoras de diez mil años, los mismos vendedores, la misma gente quejándose.
¿Miles, de dónde vendrás vos? En verdad no quiero saberlo. Porque así tan misterioso parece que fueras de todos lados a la vez. Y das un poco esa impresión a veces. Que sos de acá, de la feria y de Hungría (no sé porqué digo Hungría, creo que acabo de ver un volante de un espectáculo de danzas húngaras que vimos con mis primos el mes pasado) al mismo tiempo. Pero yo sé que sos de mucho más lejos. Quizás de otro planeta. No solo tu lunar es así, como misterioso. Todo lo demás también.
A veces me acerco a la pileta de lavar de Nana a ver los restos de jabón que quedan adheridos a la rejilla de piedra. Son celestes, desgastados, y chorrean un poco de espuma apenas termina ella de escurrir y restregar.
Pienso si los pedazos de jabón serán como la gente, si habrá algunos que llegan a realizarse y otros que quedan ahí, pegoteados en el mundo, sin escapatoria. Yo quiero fluir y derretirme en agua para no parar. Acá el ancla pesa mucho.
Todas las tardes pienso que podría hablarte de esto. Del jabón, las nubes, las palabras prohibidas y tu nombre que me causa cosas que se parecen a la palabra estimadísimo.
Y no sé porqué, pero me parece que a veces sí son de jabón y me escurro entre tus manos, o entre los lugares donde estás.
Me voy a sentar al sol a secarme como una pasa de uva, como cuando el jabón queda reseco y quebradizo tirado en el patio, y si no llueve y nada me moja, me voy a acercar despacio.
Miles, tu nombre en español es miles. Miles de cosas. Todas juntas.
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