4.2.08

Y bueno... nada. Llegó, se sacó el abrigo, lo tiró sobre la cama. El abrigo cayó al suelo, junto al bolso. Y bueno, como confiaba hallar algo, agarró el teléfono. Pero no. Entonces, con la certeza aún palpitándole en la cabeza, el corazón o el estómago, prendió la computadora. Auch, no.
Se frotó un poco la nuca como quien se frota una parte de cuerpo después de golpearse fuerte, volvió a mirar la pantalla como por las dudas, puso cara triste, se insultó unos segundos y...
Y bueno... nada.

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