29.1.09

Había una vez una cuerda tensa.

Que cediera, le gritaban sus colegas desde algún lugar. Que no sea tan testaruda, que en un día se iba a cansar, se iba a deshilachar toda y no habría más remedio. Realmente no tiene sentido, gritaban más y más fuerte.

Pero porqué, porqué. Porqué no se puede sencillamente tener razón. Porqué admitir que afuera hay voces y las voces cuentan otras historias, otros lados. Como un cubo, y como que cada arista es un cristal de color distinto por el que ver la vida. Porqué no existirá solo el que uno posee.

La cuerda, tensa, se enoja de que le pidan una y otra vez lo mismo. Con lo que cuesta llegar a ese estado de tensión... no ven que está haciendo un gran esfuerzo por lograrlo.

Un hilo, entonces, se zafa violentamente. Le queda colgando ahí, inerte, tan antiestético y tan alarmante. Las demás cuerdas la miran con cara de superada. No lo puedo creer... pasó. ¿Cuántos más se soltarían?
Aflojó un poco la tensión... algo, adentro suyo, exhaló fuerte, como con alivio. Otra parte empezó a revolcarse de enojo. La primer batalla contra ella misma estaba perdida, y quién sabe qué sería de la gran guerra.


Make me for[give]get.

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