26.1.09

Ni Heráclito, ni Raúl, ni portales para fotografiar cuando está nublado.
Ni la misma voz, otra vez, como acordándose de nuestra bendita desgracia. Como tocándose con un dedo la sien, y apuntándonos.
Viajo de día porque de noche tienen permiso de salir todas mis miserias. Y no las soporto, solo durmiendo vivo tranquilo, soñando que respiro y atentando contra lo que quizás algún día me fue dicho.
Se deshacían en halagos de verdadera belleza. Un día, un día.
Ni el río, ni Heráclito, ni yo. Los regalos de Navidad ya están gastados. Euríale, después de cansarse de llorar sobre el cuerpo sin cabeza de su hermana, me cantó touché. Con dedos de piedra me palpo el pecho y me descubro vivo.

No hay comentarios.: