19.4.09

No importa en dónde estés, siempre que sea verdad que vas a estar en cierto momento mucho más cerca.
Somos de la misma especie. Tenemos las mismas ganas de ser otra cosa, más allá de lo que se espera de nosotras. Nos gusta pensar que la gente es mucho más que su imagen. Nos hacemos mal y somos conciente. Reímos hasta llorar, casi todos los días.
En todo momento del tiempo, en todas las existencias, fuimos algo cercano. Estuvimos viéndonos hasta llegar a ser concientes, y entonces supimos quién estaba enfrente nuestro.
Creo que no me conociste el día que nací, creo que me conociste cuando yo también empecé a conocerme. Toda la verdad, toda esa agua clara y tibia que limpió las superficies empolvadas de nuestras identidades. Me lavé la cara un día, y reconociste en mí quién soy.
Ahora, esperando tu regreso y esperando que me busques, ofrezco el orgullo al sacrificio para quedarme vacía, para rendirme de una vez y aceptar las voces que van a nombrarme.
Ya terminé de hacer mandados. Ya puse en su lugar algunas cosas que me estaban trancando el camino. Por fin, me di cuenta de cuan cansada estoy, de cuan cansados estamos todos. Con un dolor más grande de lo que se imagina, maté los yuyos en mi jardín.
Si te parece bien, si considerás que ya es suficiente como para demostrar que pretendo creerte, volvé un día de estos. Golpeame la puerta de la manera que quieras. Vamos a hablar. Voy a escucharte, quiero escucharte. Quiero empezar a dejarte contarme la historia que necesitamos para empezar a escribir mi historia. La nueva historia. La que no va a quedarse de rodillas esperando que entre un rayo de sol por la ventana, la que no va a ser un vuelo de mariposa castigada, una mota de polvo suspendida, triste, efímera.
Capaz que, llegado el momento, todo es mentira. Pero estoy latiendo fuerte y más allá. Me están llamando las mismas voces cada noche. Nadie más podría entender, si se trata de eso, qué está pasando. Contame quién soy. Por favor.

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