30.5.09

Camino por el desierto. La sed, los pies secos y cansados, el Sol haciendo salir vapor de mis orejas.
Lo necesario es todo lo que importa. Un día me desperté y al ver los algodones rellenando el colchón temí haberme vuelto demasiado débil. Entonces me puse en marcha: sin más equipaje que la ropa que pueda cargar un ser humano puesta inicié este viaje.
Camino sin rumbo en un desierto que no tiene límites ni oasis. De a ratos se vuelve selva espesa y empiezo a sonreír por el anuncio de la lluvia. Hasta que llega, me moja entera y después me sumerge en una inundación gigantesca.
Camino, así sin más. Me obligo a pisar cada piedrita, a tocar cada espina, a ver mi sangre de a ratos salir a la superficie, abandonar su recorrido sistemático en cada latido. La veo brillar al sol, intensa y viva de mí.
No se puede estar cómodo y dormido de por vida. En algún momento vas a tener que darte cuenta. Como yo, vas a levantarte de un golpe, vas a dejar atrás el acolchado y los buenos días para empezar a caminar una larga calle llena de paisajes de esos que endurecen la piel y agrandan la conciencia.
Tengo un solo refugio y lo agrando cada día. Una esfera flotando en la inmensidad del espacio oscuro, perfectamente redonda y segura, llena de verdes y de aguas que corren haciendo ruido. Ahí iré cuando termine destrozarme en pequeñas partes, y todas ellas lloren una lágrima, y todas las lágrimas se unan para formar el río que me va conduciendo.

No hay comentarios.: