31.5.09

Más... lento.
Cierta parte de uno que se resiste al chaleco de fuerza. Porqué, porqué! Entonces no era como yo pensaba... entonces las personas no son esa locomotora gigante de uno mismo, que uno tiene que arrastrar a pulmón y a corazón, resoplando y sintiendo cómo los músculos se tensan hasta casi desgarrarse.
No me mire así. No es que me encante. Es que parecía ser que el futuro entraba en la palma de cualquiera de nuestras manos. Y somos medio adictos a controlarlo todo.
Sin embargo, puedo intentar aplicar mi ley por excelencia. Puedo tratar de encontrar los protones a este gigantesco ion que ruego sea tan positivo como lo imagino. Mi lado bueno es creer, y lo digo bajito, que ya (en algún momento) elegí para mí lo que pasa en estos precisos instantes. Ya lo hice, antes de que naciera la memoria, la médula espinal, las rótulas de las rodillas y la conciencia. Y si estoy sencillamente a la mitad de una línea de tiempo con milenios detrás, entonces sí vengo cosechando el fruto que regué con mis propias manos.
Permítame la curiosidad. Déjeme preguntar porqué esto, porqué este lugar. Porqué tan lejos de casa. Porqué en un ambiente donde la lluvia grisácea hace brillar el pavimento, entre circulitos diminutos de luces amarillentas, y latas de basura rebosantes. Porqué acá, donde las cortinas de hierro le tapan la cara a la vida de la ciudad, que escapa calle abajo hasta un río llano y tentador.
En el fondo, ahí donde todo se admite tarde o temprano, donde la conexión con lo verdadero es inevitable, sé que está bien. Que es lo mejor.
Que en algún momento, aunque mi cabeza y mi razón estén en coma como para recordarlo, tuve tanta lucidez que decidí hacerme venir a donde vine, estar con quien estoy, vivir lo que es único y no se repite. Aunque los asientos de plástico helados y el agua que se cuela por el último escalón del ómnibus amenacen con hacerme creer que estamos tan perdidos, tan abandonados...

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