21.5.09

Con cruces a lapicera voy tachando días en el almanaque que imagino. Espero como esperan aquellas caras de niño el regalo, la noticia, el momento. Y los ojos grandes, y las manos inquietas, y el cuerpo tenso, inestable.
Todo eso. No sé nada de lo que vendrá y lo espero, consciente de que montañas rusas se avecinan, con sus caídas bruscas y sus constantes saltos grandes. Enfrentarse a lo que se es. La consigna.
Cuando estuviste todo tu tiempo esquivando las verdades, y ahora sabés que llegan, estás seguro de que te vas a mirar al espejo y la imagen será tan real que te va a dar para querer correr. Pero lo espero. Descuento días como pétalos. Escondo el miedo, escondo las ganas de escapar otra vez, escondo la ceguera necesaria de cada día que me pide a gritos la racionalidad dañina de cada día. Estos ojos, estas manos, estos cinco sentidos, necesitan asociarse para delinquir contra la realidad que se percibe así nomas. Porque no puede ser, no es posible siquiera, que tender una cama sea exactamente lo mismo que tener una cama.
Con sus palabras me voy cantando a hacerle adiós a otro día que se va e imaginar que llego, que finalmente llego, a reunirme una vez más con los tesoros escondidos que aguardan mi llegada. Nuestra llegada. La llegada de nuestro mundo nuevo.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Tambien tacho los días pero últimamente no hay motivos. [que infelíz!]

Besos.
Cuando te veo? Así voy tachando los días.

Anónimo dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.