7.5.09

Insoportable. Donde estaba su cuerpo, un torrente de aire rellena cada nanómetro. Aire. Oxígeno, hidrógeno, nitrógeno y miles de toxinas imperceptibles. La ley más mínima del mundo existente, la de que los cuerpos ocupan un espacio donde, sin dudas, no hay aire. Solo está el total de su masa. Más, claro, el significado. Así de simple. Además de la masa, el significado. El ser humano, animal capaz de crear significados.
Por eso ahora estoy parado en la cocina, mirando alrededor, notando cómo se vació todo y en el mismísimo espacio donde la vi parada (parece que fue hace tan solo un rato...) ahora solamente hay aire. Lejano al vacío, pero tan ausente.
Cada vez que pasa siento que todo lo demás, el medio circundante, fue dejado así, de cierta forma, por quien se fue. Y es infinitamente triste pensar que ella dejó así estas cosas. La tijera sobre el fogón, un resaltador naranja en la mesa, el vaso de agua a medio tomar, un repasador verde doblado en cuatro al lado de la canilla, cáscaras de manzana en la lata de basura con la bolsa de supermercado recién cambiada. Y la otra, llena, con dos nudos al costado del escalón de la puerta. Son huellas de una antigua presencia, de la inevitable actividad humana. Eso acrecienta la sensación de la falta, los hechos empíricos que demuestran que ya no está. Que otras moléculas de aire han sido desplazadas por su cuerpo, en otro espacio.
Quizás esté dejando huellas digitales en el pasamanos de un ómnibus rumbo al este, quizás esté calentando el asiento desde el que aprende, oye.
No quiero mover nada. La canilla gotea despacito, pero si la cierro del todo voy a deshacer el fino trabajo que su inconsciente desarrolló para dejarme un mensaje. O eso creo. Algo, en lo más profundo de su ser, está dejando una abertura, dándole paso a la posibilidad de que no haya querido cerrar con fuerza cada una de las puertas que me encuentran. Como la canilla y su gotita permisiva.

Aunque ahora, después de hacerme un sánguche y buscar el celular para intentar ubicarla, me daré cuenta que hace semanas que olvido cambiar la colilla de la canilla, que pierde sin parar. Y entonces su imagen se habrá borrado un poco, como una foto desenfocada, cuando descubra que en su interior nada quiso dejarme un mensaje. O sí, pero no el que yo quería. Que aún haya agua en su vaso no significa que considere volver por un trago más, sino que simplemente no pudo terminar de compartirlo conmigo.

2 comentarios:

Mei dijo...

No te imagino haciendo algo asi. Cuando apareces en mi mente nunca estas involucrada en actos de destruccion.
Pero...es claro que suceden, no? En nuestras cabezas pasa a menudo.
Me gusta cómo lo contas.

Abrazote.

Mei dijo...

Uf... ese comentario lo queria dejar en el otro texto! Bueno, transferilo telepáticamente.
De este quisiera decir que sí son las cosas que me resultan propias de vos. Me parece que sos medio Cortázar a veces... como que ves cosas distintas.