22.7.09

Juglares, acróbatas, domadores de leones, contadores de chistes y hadas madrinas. Que formen un corso, que traigan un bombo, que se vistan de colores y caminen alrededor de mí haciendo ruido, tirando papelitos de colores y pintándome dos círculos rojos en las mejillas.
Y si no lo logran, si al terminar notan que no levanté la cabeza, que traigan un exorcista. Eso no tendría que fallar. No hay manera. Porque si después del circo y el baile, después de haber hecho todo lo hecho, sigo teniendo los pulmones llenos de espeso gas negro, no quedan más dudas. Tiene tantos nombres como culturas lo conocen, pero no hay dudas de que se me metió adentro. Respirando en un momento me distraje y aprovechó para instalarse en el pecho. No lo puedo sacar, no sé si abrir más la boca o gritar más alto. Sentado, con el culo en mi diafragma, se ríe despacito y afila cuchillas. Después me las clava, una tras otra, y mis pulmones hacen ruido de globo pinchado. Lo oigo aunque hable en voz alta. Incluso ya se nota, cuando expando el pecho para que entre el aire, que ni el más dedicado esfuerzo logra llenarlos del todo. El mundo se transformó en una inmensa manta pesada, que se cae sobre mí y me está asfixiando.

Lloran las nubes lágrimas de compasión, se sienten tristes por haberme hecho esto. Saben que tienen parte de la culpa: Estaban ahí cuando yo me apostaba la vida en la ruleta, y no me dijeron nada.

1 comentario:

ahí dijo...

purgante mi querida amiga
purgante.