25.7.09

Son doce las campanadas desde dentro, y desde afuera. Din don dan. Ya hace un día más. Para todo. Nos hemos alejado un día apartir de nosotros mismos, y estamos un día más cerca de otro nosotros mismos distinto.
Estamos yendo a buscarlo. Está más allá de los ideales y las luchas, de las lágrimas y las convicciones, de las ideas y de las resistencias. Está más allá del vientre que nos parió y de la oscuridad que nos cegó cuando desprendimos hacia arriba.
El nosotros mismos del futuro imprime su huella en el presente, en este cambio de día, porque tiene ese poder casi incomprensible. Entonces, le diré, se trata de buscar las señales. Hay que entender que algunas cosas fueron dejadas por ahí como huella de lo que vendrá.
Estamos tan acostumbrados a que una huella sea la marca que dejó un zapato, que cuando vemos venir al zapato lo saludamos, esperando encontrar su huella mañana. Y ya será tarde. Del todo.


[Yo sabía que iba a pasar. Que lo iban a ver. Que iba a tener que darse vuelta como prenda reversible y mostrar su verdadera cara. Que le iban a hacer poner las fichas sobre la mesa y a jugar de una vez, que no es justo jugar con las manos dentro de los bolsillos. Con las manos sucias dentro de los bolsillos. Pero... claro, él no adivinó el zapato cuando vio la huella.]

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