1.8.09

Rubí nació donde no se oyen ecos, pues la pureza no permite repetición alguna de sonidos que envía la mismísima divinidad, sea ella quien uno quiera. En tierras lejanas, más allá del entendimiento, unos magos ancianos le vieron nacer, producto de sus inigualables dotes de luz y creatividad. Y nació, como lo más mortales, con el cuerpo desnudo y las manos llenas de agua roja.

Rubí vuela aunque no tenga alas. Es el sonido que recuerda la risa. Es la misteriosa imagen que recuerda el hombre alegre, el hombre de vientos en la cara que inunda valles y no derriba ni una sola colina.

Si tenés suerte y te lo cruzás un día (uno de esos grises días de capital y mediotanques) quizás estire sus manos hacia vos. Formando un cuenco te entregará su agua roja, para que la lleves contigo a donde quiera que vayas y así recuerdes aquel hombre-niño leyenda, que vive para siempre y es memoria de la más linda canción que lo nombra.

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