25.7.09


Oigan este nombre que viene rodando calle abajo, empapándose de piedras y aguas que sucedieron en el camino. Escuchen como suena, su piel dura y de acero suena, mientras se las ingenia para no morirse en un solo intento.

Es voz y canto que lo cuenta, con ronquera de tango y alguna bebida de rocanrol. Es penumbra de cuarto de adolescente, de garage, de guitarra clara y de ojos que miran para no dejar que sea monopolio de un solo sentido. Tiene las manos adaptadas a su oficio, su oficio de cantor y su oficio de laburante prematuro. Le quedan, como único recuerdo del pasado, un par de ojos que están enviando mensajes a quien los quiera interpretar.

Si alguna noche, cuando vuelvo de andar por ahí y de estar tan lejos, me acuerdo de vos, o si alguna vez te encuentro, como suele pasarnos, sentado en el primer asiento de un ómnibus frío, haceme acordar. ¿Todavía queda la imaginación, o ya está cumpliendo jornada de doce horas, ella también? Es lo que pasa a veces. Es simplemente así. Se curte la piel y se curte la ternura. Se va volviendo más fácil irritarnos, se nos van haciendo más lejanas las interminables horas sin saber nada de la racionalidad.

Se cayeron las hojas del liquidambar, se pudrieron los colchones tirados en el patio, se vació el cenicero y ya varias veces hubo limpieza de cajones para evacuar viejas listas de canciones.

Y todos los días, con la eficacia con que se hace lo más minuiciosamente pautado, nos levantamos cada cual de su cama, nos ponemos algún disfraz y salimos cada uno a andar su propio mundo. Pasan las semanas y nos damos cuenta de que estuvimos todo ese tiempo mirándonos los pies, controlando que no dejen de caminar.

Pero siempre pasa, seguramente, que algún click misterioso nos devuelve esos rincones de la memoria que estaban tan abandonados. Con un soplido a las telarañas volvemos a tener quince años, miles de tardes y una playa. Volvemos a encender un fogón en el tanque de la lavadora, herrumbrado. Volvemos a encarnar los personajes de balneario, esos amigos que inventamos para grabar nuestro propio teleteatro. Y vuelve a parecernos eterno cada rato en los colchones del patio, con la noche que es interminable y los hermanos que están tan cerca. Los que cantaron y estuvieron, cuando aún no teníamos mucha idea de nada, y solo se perdieron por un rato, para volver a aparecer siempre que los reclamen por acá, cuando empieza a parecerme que somos demasiado jóvenes para ser tan viejos.

No hay comentarios.: