16.11.09

Luma no es un Dios, tampoco una persona. No está en todos lados a la vez, pero hablan de ella varios relatos simultáneos. Luma cosechó ojos desorbitados, caras de asombro, gestos de desconcierto. En tierras muy lejanas, más allá del alcance de cualquier invento de última generación para ver bien de lejos, los ancianos cuentan en las fogatas y los niños escuchan las historias más extravagantes, más aterradoras que conocen. Ellos, los ancianos, muestran cicatrices en su cuerpos curtidos de soles azules y nubes negras, de pasados en que fueron dominados y sepultados en vida.
Luma, cuentan, era más de lo que se puede imaginar, más negra que la negrura conocida, más voraz que el hambre alguna vez sentida por espíritu alguno. Tocaba con sus dedos largos un pedazo de tierra, y florecían flores negras, imponentes, que poblaban los prados e invadían cada rincón, veloces.
Esos ancianos, y esos niños asombrados que no logran entender del todo la gravedad del asunto, sobrevivieron. De alguna forma, no saben cómo. Esos y todos los otros que no pueden ser nombrados en este relato, pues la memoria se queda a medio camino, no logra llegar más allá. Pero la memoria guarda la sensación de estar nombrando sólo una pequeña parte de los sucesos totales. Es que era un tiempo sin tiempo, un momento en la Historia Total donde no se medían los minutos ni se sabía cuanta lejanía temporal se recorría. Pero la memoria guarda una última sensación, y es la de poder hablar inequívocamente de varios millones de años. Porque Luma es recordada como quien se ve en una pequeña porción de espejo y aunque no logre verse de cuerpo entero adivina, sabe, cree con firmeza, que se trata de sí mismo.

El poder es simplemente poder. Es una fuerza neutra que por sí misma no va hacia ningún lado. Es el individuo, el portador, el que la pone en acción. Depende, fundamentalmente, de la intención. La intención es un cristal por el que pasa un rayo de luz blanca: dependiendo de su color, el resultado. Luma tuvo poder, más del que se puede especular. En el fondo de su intención, más allá del deseo de dañar por dañar, Luma estaba buscando encontrar quién era. Estaba convencida, como aún lo están tantos seres, de que no era lo que la intención original que la creó (una fuerza infinitas veces más grande que la suya) deseó para ella. La rebeldía brotó de su interior como un fuego poderoso que la quemó entera, la volvió ciega a su propia esencia y la llevó a querer forzar el límite de lo conocido. Y lo forzó. Se entregó a la oscuridad, se dejó caer y disfrutó de cada centímetro de caída libre, de inmensa gravedad y todo aquel viento que la sedujo y le susurró al oído. Cuando tocó fondo, cuando palpó con su cuerpo el suelo duro, notó que había cambiado. Su cuerpo era otro, mucho más acorde a la situación. Simplemente mirarla decía de ella todo lo que era. Fue entonces cuando nació de verdad, cuando comenzó a ser Luma.

De los días que corren, poco se puede decir de ella. Son muchas las leyendas que se cuentan, lejos de aquí. Se dice que bajó un día, cuando se cansó de ser quien era. Dicen que habitó muchos años un planeta desierto, solamente ella, para intentar tomar la decisión más importante de su existencia. Luma vivió, entonces, rodeada del más profundo silencio que alguna vez conoció. Cabalgó dentro de sí misma, recorrió su esencia y su historia, se examinó en el espejo del tiempo recién creado, y hasta lloró una única lágrima de tristeza. En algún momento, nadie supo exactamente cuando, se paró, miró al cielo y decidió su destino.

Los años pasaron. El tiempo se creó, y se contó cada uno de los años hasta sumar poco más de cuarenta y cinco mil. De Luma no se ha oído ni un susurro. Dicen que en su sufrimiento gigante estalló en dos, se devidió perfectamente, y que sus mitades cayeron en lugares distintos. Pero no se sabe qué fue de ellos. En realidad, sólo algunos saben. Otros, aquellos ancianos heridos de guerras, no tienen idea. Sueñan con ella y se despiertan agitados, sudados, temiendo nunca haberse librado de ella. Pero es sólo un sueño, lo saben, y se lo repiten mil veces hasta volver a dormirse. "Luma murió" se repiten tantas veces como sea necesario.

1 comentario:

Ismael dijo...

Tu arte es un placer enorme para mí, Mari. Que hermosa que sos, que lindo es leerte y conocerte!