16.9.11

- Te quiero porque te desnudás para mí con la ropa puesta.

Sonrió, en el rincón de la habitación en el que estaba, vestido. Y de la garganta le brotaron pájaros, de las sienes ramas robustas que se enredadon en el techo, de los pies plumas de águila, del aliento chispas que quemaron las sábanas, de las palmas de las manos chorros de luz dorada, y del pecho un ave gigante que salió, voló y se fugó por la ventana.

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