10.12.11

El mundo gira en torno a un axis que yo que sé. Apruebo materias una atrás de otra, y los aplausos chorrean las paredes de ladrillo naranja. Brillante, brillante.
Le subo el volumen a la TV que no miro. Ese prisma que gira, ese juego genial con las cámaras y parece (¡mirá! parece de verdad) que la gente está caminando por las paredes. El eco, mi amor. El eco del sapo saltando en tu entrepierna.

Ayer estaba, ¿eh? ¡Ah, si abré estado! Me preparé durante siglos para estar. Terminé de colgar la ropa, sequé todos los manteles bordados por mi bisabuela y me aseguré de que el perro tenga agua limpia para tomar. Usé un perfume que me gusta para que huelan otros. Y ahí me equivoqué.

No sé, la cámara dejó de jugar, el prisma dio una vuelta distinta que no estaba en mis planes, el mundo giró en torno a este axis que yo que sé, y de pronto ya no fue válido caminar en las paredes (estoy hablando de las paredes de tu paladar, es obvio y no mires para el costado). Mi amor.
Todo te queda bien, no me preguntes más. La bermuda te queda bien. El pelo así te queda bien. La mancha te queda bien (en vos no es una mancha, no, no te pongas así, es más bien un toque de identidad).

¿Y yo? Bueno, sí, yo te quedo bien. Lo que pasa es que salto del techo al piso y no entendés. Ese es el problema. El axis del mundo y el axis mío, de mi alma hecha un ocho, que no sabemos bien qué hacer con él. Y cuando entro en el marco del cuadro de tu casa, me mirás (justo después de dejar las llaves en el cosito de ese de cerámica) durante quince segundos de silencio (el silencio ese, único, que se da solamente cuando alguien llega a su casa y está solo). Es como cuando pensás qué tenés ganas de comer. Casi que sentís mi gusto. Y el rayo de luz te parte al medio, te chamusca el cerebro, y te deja ahí, parado y medio inerte.

Abro los ojos en el cuadro. Te miro, no te lo esperás. Te explico todo esto. Pero más que explicarte, te muestro: mis venas hinchadas de sangre, mi corazón hundido en el pecho, en el mediastino éste que detesto, dándome la más deliciosa vida dolorosa de todas. Las entrañas te estoy mostrando. La razón por la que el mundo gira así y yo no lo entiendo, es que no tengo piel para sentirlo. Y vos te horrorizás (pobrecito, no llores, ya pasa), nunca supiste bien qué hacer. Ayer tenía piel. Hoy no. Hoy sudo linfa en la alfombra, la inundo y te moja los pies.

2 comentarios:

ahí dijo...

(después de releerlo)
¿te podría dibujar el corazón con un lápiz 2B?

un beso, vito.

Mariana dijo...

Podrías y te quedaría precioso, lo sabés :)