10.5.12

Y me contó un pajarito de tu llanto de medialuna goteando en mi camisa a cuadros. ¡Qué tiempos, gorrión!

La vela aún duraba prendida en la mesa ratona, el aroma de la vainilla estaba colgado de la cortina naranja y vos, esa paz de medianoche, descolgabas sueños en trocitos de palabras que ataste con hilos claros.

Lo más preciado es que existas. Sonreí a través de la ventana siempre. Ya entendí que todo lo demás es superfluo. Puedo vivir sin el té con limón y quizá incluso sin tu bicileta azul. Pero la sonrisa no la retires de este planeta, ni aunque los astrso giren en torno a tu cabeza y... ¡mareo!

La semilla cae en tierra negra y te abrazo con el mayor amor que saben dejar pasar mis poros. Porque de todos los universos que visité, en este encontré la cara clara, transparente, de la verdad dicha con el dolor en los colmillos y la ternura cagada a palo en las manos. Todo el resto, esa cosa incomprensible de no coincidir, es circunstancia.

Fundamental es el núcleo de tu alma. El núcleo brillante, pez volador, brillante y prendido fuego, de tu hermosa alma.

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