3.6.07

Transeúnte es un ser normal, bastante silvestre, como nacido de la tierra sin mucho esfuerzo.
Camina muchas veces por puro placer nocturno (a veces mañanero, pocas veces por las tardes), sale a la calle a ver en qué anda la ciudad cuando cierra sus ojos y abre sus poros.
Vive en un décimo piso, al borde del cielo, rascándolo, como siempre se dice que hacen esos gigantes de cemento. Baja en un ascensor hasta el suelo, se acomoda la bufanda (es invierno, época en que el dióxido de carbono se pega un poco más a piel, y todo huele más a calle que a aire) y empieza a caminar.
Transeúnte experimenta sensaciones pequeñas en todo el cuerpo casi siempre, logra percibir el extraño cinismo de un maniquí adornado, la burla jactanciosa de las vidrieras apagadas o semi encendidas, el eco de los tacos que pisotearon la acera más temprano.
Suele sucederle que el gris le cansa la vista. Las máquinas bajo techo, los hombres acostados en la calle. El acero en venta tras un vidrio, las ofertas de vida mejor y más cara, sintéticos placeres de la modernidad.
Desespera un poco y quiere correr, pero sabe que más adelante solo hay un poco más del mismo plástico. Camina un poco agitado, pensando que cómo puede ser que no se acostumbre, si cada noche es igual, las mismas esquinas, las mismas galerías, los mismos robots de acero mirando desde algún lugar y el mismo humo oficiando de aire.
Mientras hace esas conjeturas, a punto de cruzar una calle, ve que hay algo en una pared que no había la última vez que pasó por allí.
Escrito en azul, como a las apuradas, desiguales letras formaban el siguiente mensaje:
"Ni todas las máquinas del mundo podrán crear una flor".

Transeúnte, en su mente, nunca más cruzó esa esquina. Se quedó meditando el quiebre de la realidad atrapado en una frase escrita en tinta azul sobre el frente de una tienda que ofrecía al comprador flores de plástico.

1 comentario:

Jeza dijo...

Y yo me quedé atrapada en el cuento.
Fuera de joda que a pesar de que estas historia es ficticia, hay paredes parlantes que de verdad te discolocan a veces. Te sacan sonrisas. Te soplan esperanza. Y hablan por uno mismo.
Hermosísimo Maru.