4.6.07

Un día llegó el viento. Era casi un huracán.
Hipólito cruzaba una ancha avenida rápidamente, porque se había distraido en el semáforo y cuando se dio cuenta la verde ya estaba prendida.
Ahi, en el medio de la calle, vino el viento huracanado y le voló el paraguas.
Se quedó petrificado en la calle, con un centenar de autos tocando bocina y los pies pegados al suelo.
¿Qué iba a hacer sin el paraguas? Los dolores andarían cerca, buscando a quien tirar al suelo.
Ese día vivió cosas tan feas que no se atreve a recordarlas. Pero sí recuerda el cielo, ese gigantesco manto celeste que le fulminó los ojos después de tanto tiempo. Sí que lo recuerda, Hipólito el hombre del paraguas.
En el instante en que la protección de acero se le voló de las manos, una cara algo pícara y risueña se rió desde un balcón en el 6º piso. Típica picardía de la señora Vida la de andar soplando por ahí.

3 comentarios:

cecitazzz dijo...

mhhh me gustó lo de hipólito, aunque a él no tanto. y está buena la frase que pusiste bajo el título del blog. gudbai matute.

Unknown dijo...

muy bueno che, me gustó la historia, pobre Hipólito...
Hubo cambio de look en el blog o estoy mal yo? probablemente la segunda opción...
Que andes bien
vAle

Jeza dijo...

Bastante ritualista Hipólito.
Hay que avisarle que se puede defender sin su paraguas. Tal vez mejor que con él a cuestas.
Salute Maru!