2.8.07

Mire señor Martinelli, la cosa es fácil: usted abona una entrada módica para nosotros, quizás un poco peliaguda para usted, la abona e ingresa a nuestro local exclusivo donde pasamos música exclusiva, baila gente exclusiva (como usted, señor Martinelli, como usted), servimos tragos exclusivos, tenemos luces exclusivas y todo, todo es como usted siempre quiso. ¿Qué más puede pedir?
Nosotros, señor Martinelli, tenemos máquinas de calor en nuestras paredes. Tenemos afuera un gran, gran invierno que instalamos hace tres meses, y le recomendamos que se abrigue. Abríguese bien, señor Martinelli, así no se engripa y su noche, y nuestro historial, termina resultando perfecto.
Le decía, tenemos máquinas de calor en nuestras paredes. Pero calor, calor. A usted no le gustaría ver mujeres todas tapadas de lana, a nosotros nos gusta que a usted le gustemos nosotros.
Así que tenemos máquinas de calor, máquinas grandotas, que a la media hora de que usted llegó a nuestro local exclusivo, le causan un escozor a nivel de la corbata. Y usted se lo aguanta un rato para no pecar de desalineado, pero nosotros tenemos unas perillitas en las máquinas que le damos y le damos hasta que su escozor es sudor y decide entonces depositar su ropa de sobra (la que afuera, en nuestro invierno sin máquinas, es necesaria) en un lugar donde nadie, ni nuestra concurrencia exclusiva, se la toque.
Señor Martinelli, nosotros le cobramos otra de nuestras sumas módicas y le cuidamos su ropa excesiva, porque no queremos que la pierda, sino que la reutilice cuando salga de nuestro local exclusivo.
Ya está usted más cómodo y ve que los demás también lo están... las chicas, los otro chicos como usted, todos.
Así que con el calor ahí, sin ceder el paso, y con esta música que ya subimos al mango (con otras perillitas de otras máquinas) usted decide tentar pasos de baile. Y se va dejando ir, sin la ropa incómoda de más, se va dejando estar allí, bailando feliz, tocando otros cuerpos, sonriendo, hablando a los gritos, dejando ir la noche.
Verá, Martinelli, nuestra ardua experiencia nos dice que hacia las dos de la mañana el efecto del calor y el ajetreo, las luces y la semioscuridad le darán sed. No hay nada que temer, va usted a nuestra barra exclusiva y se toma un trago abonando módicas sumas, otra vez. Si todo sale bien habrá ingresado usted al círculo vicioso calor-bebida-baile, donde nada es gratis pero todo es placer.
¡Y usted es el rey de la pista, señor Martinelli! El más lindo, es más rico, el más simpático, el más excitante, el más caliente, el mejor cliente, el mejor experimento.
Usted, señor Martinelli, abala nuestra política comercial. Usted es un gran hombre señor Martinelli. Aunque se encuentre, unas horas después, vomitando (ya no en nuestro baño deluxe, no podemos permitirnos el error de calcular mal y que se sienta mal antes de tiempo), con dolor de cabeza y algo bajoneado, usted sabe que nada, ni nadie, le quita lo bailado.Ahora termine de leer contento, señor Martinelli, acaba de entrar a formar parte de nuestra gran colección de tubos en ensayo. ¡No reviente antes de tiempo!

1 comentario:

Jeza dijo...

Muy buena esa empresa, te ofrece banda de comodidas por un precio super económico [en proporción a sus sublimes servicios].
Se puede elegir el color del tubito de ensayo también?

Salute!