14.9.07

- La cosa es sencilla - contó el yuyo al atardecer, hablando un poco de la existencia.- hay vientos que vienen a barrer las cosas que no sirven. Se llevan una hoja marchita que solo ocupa lugar y ya no aporta nada, te doblan un poco para que aprendas a enderezarte y después se van por un rato. Esos vientos son vientos que sirven y que, digamos, nos peinan un poco la cabellera del alma, nos golpean por si estamos dormidos y nos ayudan a despertar mejor.
Pero hay otros vientos, vientos de tormenta, que más que ayudarnos a estar mejor quieren ver si no nos levantamos más después de doblarnos al medio. Son vientos que no sirven para cambiar viejas estructuras porque simplemente marcan que ahí están pero no nos las sacan de encima. Son vientos que llegan a marchitar más las hojas, a pudrir más la raíz y a ablandar la tierra para dejarnos más vulnerables.
Siempre van a existir los vientos, que cambian y vienen de todos lados, siempre van a doblarnos de tristeza, de angustia o de felicidad. Pero lo que aprende uno es que hay vientos que no se merecen la embestida. Los que arremeten porque sí y no pretenden dejar enseñanza o un mínimo valor o un mínimo crecimiento, para ésos, no hay que doblarse más.Para esos vientos más que yuyos seamos árboles milenarios, troncos durísimos, estacas en la noche.-

1 comentario:

Anónimo dijo...

Usted no vaya a cansarse nunca de darnos a los demás esta esperanza que nos falta.
Porque ese día estamos fritos.

Un placer de nuevo leerla, amiga.