21.11.07

Ah, que no le duela mucho más, señor. Toque su cara, no quiero cantarle más una canción que no va a entender. Juegue su juego, no quiero interrumpirle el triunfo con palabras que no va a escuchar, en bocas de impunes y torpes margaritas.
Pero:

Toque su cabeza y sienta como todo se mueve. ¿Cómo se crea un hombre a sí mismo? ¿Un hombre nace y nada más?
Un hombre es la historia que cuentan de él cuando está muerto. Un hombre es la tierra que pisó al nacer. Un hombre son las voces que cuentan por él quien fue.
Eso piensa. Usted y tantos. Tóquese la cara, siéntala. Tóquese las piernas y camine. Abra los ojos y mire el cielo, aunque sea por ese espacio reducido en su ventana.
Así. Eso es un hombre. Un hombre son todas las capacidades juntas, toda la historia de ahora, todas sus partículas confabulando para mantenerlo vivo.
Si al afeitarse se corta y sangra, usted, hombre, sepa que esa sangre cuenta su historia y más tarde sus pasos, sus modos, su día, dirán de usted solamente lo que usted quiera que digan.
Ahora agarre el maletín y tírelo por la ventana. Ahora afloje la corbata. Ahora muerda, muerda y desgarre todas las cuerdas, rompa los papeles, tírese al suelo y patalee hasta que estalle algo.
Después apague el celular y salga a buscar la vida, Martinelli.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Jaja al fin se terminó la historia de Martinelli. Suerte que lo sacaste del pozo al tipo.
A ver... son las doce y media, cómo hago para dejar de leer?

Un abrazo Maru, que viva Santa Teresa.