21.2.08

El tiempo que recorro es tan distinto, tan distante, tan más veloz que el tuyo, el tiempo en que fuiste gloriosa joya joven en campos sin descubrir todavía.
El tiempo en que te recorrieron los vientos y te diste cuenta, el tiempo en que esperaste tantos meses ese día, tantos días ese instante.
Sos la cara desnuda de un tiempo que me antecede, cofre semiabierto de las memorias que me fueron creando, testigo de la tormenta que me llovió como una simple gota, un día, un día más en tu largo tiempo.
Lo más raro de estar acá y ahora es notarse imposible al querer hablar de tantas cosas. Imaginarte sola, o imaginarte triste, imaginarte cómo estás y saber que te voy a ver, y ahí me habré olvidado.
Escucho una canción que me hace acordar a vos. Y pienso si no tendrán razón. Si la niebla realmente, en un momento en nuestras vidas, no llega a ser casi todo. A mí me falta tanto, a tantos nos falta mucho. Y vos estás, quizás con menos niebla que cualquiera que yo conozca.
No hace falta buscar mucho para saber quien fuiste. Quizás la europea egocéntrica que amaba su piel, su pelo y sus ojos, quizás sencillamente la hija pobre de un padre borracho y machista, que por borracho y machista no te da mucho derecho de jactarte de ser europea, rubia, de ojos azules. Pero tampoco aprendiste así, cuando te enseñaron que todos valen igual bajo la mano dura, y bajo el cielo también. Así viviste tu tiempo, esperando por meses las visitas, te fuiste de tu casa, llegaste a la ciudad y no olvidaste de dónde eras. Eterno error de los hombres de todos los tiempos, éstos y aquellos.
Nada quiere que me olvide vos. Más allá de las críticas que pueda hacerte, aunque parezca que solo te peleo, en el fondo y también en la superficie te siento un amor y te siento mía, parte de mi historia, parte de donde vengo, aunque no me importe de donde vengo.
Te abrazo siempre que pienso en vos aunque no estés acá, te espero cada vez que vengas y quiero verte, te entiendo si tenés miedo porque yo también tengo miedo: miedo de la finísima línea que separa a la vida de la nada, ese futuro inevitable, ese silencio en que no quiero encontrarte, porque aún quisiera decirte infinitas palabras antes de que partas y no pueda darte ni un solo abrazo más. Antes de eso, nos deseo mil días.

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