12.2.08

Simulo ser alguien más 24 horas un día. Que divertido. Más fácil. Hasta que se acaba el tiempo como se acaba en la calecita de un parque de ciudad. Tu ticket a cambio de tu plata, tu tiempo para vos hasta que se acabe.
Entonces con tapones de punta arremeto y a todo el mundo le duele. O aunque sea un cosquilleo, mirar para abajo y "uy, mirá quien me pateó".
Eso no es lo peor. Lo peor son los tapones que apuntan para adentro. Es verdad, no se puede romper del todo, pero se puede llegar a estar cercanos.
El filo que adquieren los labios para cortar bocas y egos, la fuerza en los brazos para no abrazar más y golpear más fuerte una personalidad inflada, el odio que acaricia los párpados de noche y al despertar parece que sucedió la guerra.
A modo de caldo, el aire. Y nosotros flotando, diciendo esperame que ya me arreglo y salgo, soltando una carcajada de mentira en una noche de verdad, con una angustia creciendo en el pecho, en la columna vertebral, en tu recalcada hiperlordosis que te dobla y te pide que te sientes mejor, que levantes la cabeza, que no mires así, que olvides tu vida y vuelvas a ser alguien más, 24 horas otro día.

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