Perdón por el ego irreconocible debajo de tanta ropa. Perdón por las fauces abiertas de la bestia que no puedo acorralar y matar. Perdón por los siglos atado a un mismo criterio. Perdón por el dragón y por la tierra. Perdón por las predicciones, por creerlas. Perdón por impugnar el voto de castidad a mi conciencia. Perdón por las rosas esparcidas en tu jardín, rotas. Perdón por inculcarme en el alma el valor de lo absurdo. Perdón por la taza, sus pedacitos. Perdón por querer estallar como supernova. Perdón por la poca paciencia. Perdón por el criterio dado vuelta. Perdón por fallar después de un gran intento. Perdón por llegar tarde con aviso. Perdón por no saber bien qué se siente. Perdón por saber tan al detalle qué otras cosas sí se sienten. Perdón por recordar tanto esas cosas. Perdón por la memoria, por retener, por abrir puertas sin pestillo, por conversar y olvidarse de irse, por sonreír sin labios. Perdón por la estupidez, por el daño a corto y largo plazo. Perdón por la autohumillación. Perdón por no entender aún cómo se hace con lo encomendado, transformar en luz a la sombra. Perdón por tener solamente una vela. Perdón por incendiar sin remedio los campos donde podrían haber sembrado la solución.
Perdón por el canto tardío que ya no sirve más, perdón por no presentarme a tiempo, perdón por haber encontrado en un hueco lo que no era para mí, perdón por estar apagado la luz, perdón por el eco en la cabeza, perdón por el mareo cuando pesan los ojos, perdón por no querer soportarlo más, perdón por escaparle al tiempo, perdón por tener miedo del silencio cuando éste debería haberse muerto.
Permiso para delinquir, una vez más, contra la justicia de ciertas verdades. Permiso para conquistar, por primera vez, el cielo inmenso de lo que me está concedido.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario