19.12.08

Mirándose al espejo, o a la pared, pensó que ya no sabe qué hacer. Con sus tantas vidas, con todas esas cosas que piensa, con todos esos secretos deseos prendiéndole fuego la cabeza. Cabeza que es, tantas veces, un campo fértil de ideas impresionantes, y tantas otras un aterrador proyector de imágenes que nadie quisiera ver. Ni yo.
Tantas veces se imaginó deslizándose, pasando una mano por una superficie suave, abriendo los brazos como volando, abrazando la gloria, el aplauso, las palabras, el sueño. Vibran desconocidas esas ondas, porque son tantas que ya no sabe cómo identificarlas. Nunca le gustó eso de etiquetar las cosas, es más bien cronopio.
Un dedo que se estira en el aire y toca su reflejo, la sólida mancha de la pared, desesperado por encontrar lo que nadie le ha comentado aún. Ni yo.
Sueña de a ratos correteando por la gran casa, jugando a las escondidas, de a ratos el frío del hielo lo envuelve, pero no está mal, jamás está mal, simplemente abre los brazos y vuela, se desliza interminable y sonriendo. Quién más podría tener tantas vidas en una sola, y sin embargo no vivir ninguna. Nada es real, ni yo.
Con las piernas cruzadas y el dedo aún estirado, tocando en la pared su sobra o su reflejo, imagina que todo es real. Entonces se sumerge en un espiral donde soñando que es real, la realidad también se vuelve una simple mentira. Y eso no es noticia.

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