Quizás, quizás no estoy de acuerdo con nadie.
Quizás no me parece que seamos iguales. Nomás. No más.
Y golpeo puertas, no digo la última palabra por la inutilidad de esa lucha verbal. Y al carajo.
Volvimos al punto donde nos damos cuenta que nada es lo que parece. Y entonces la gente, esos fueguitos de los que alguno habló, se apaga y comprendo que no encuentro respuestas en caras. Están vacías.
El reloj suena potente en medio del silencio. Me vuelve a decir "yo te lo dije!". Y le canto un arrorró a mis cosas postergadas, soñando con escapar, algún día, del cofre de madera donde las encerré cuando creí que alguien más iba a sacarlas por mí.
No les creo más.
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