11.7.09

Ah, el tipo es un idiota. No hay caso. Frustrado, cansado e oírla putear como una loca cada mañana, rechazando la mermerlada e intoxicándose de tabaco, se manda la pelotudez más grande del mundo. Y después se arrepiente, se quiere tirar del pelo, se queda en calzoncillos sentado en la cama con cara de retar(d)adao mal. Y ella, que es tan linda y tiene tanta cara de loca y tanto malhumor, se fuma otro pucho, en otro lado.

El problema es, che, que capaz que soy yo el tipo. No quiero escribir el libreto para la película de mi vida, pero capaz que soy yo. Insolente, con mil setenta miedos, poco color celeste en la garganta y los sesos al descubierto, a la intemperie.
Te piden que hables y vos te quedás así... como que no sabés. Pero tus pensamientos están tan claros... sabés porqué no te gusta el arroz con leche, porqué las grandes multitudes te dan medio asco, qué pensás de tu país, de tu barrio y del de la esquina. Pero sos tan confusa... andás por ahí contradiciéndote todo el tiempo, sos un peatón perdido en todas tus esquinas. Y sos la esquina.
¿Debería preguntarle a cada uno, saber con certeza, si todos, alguna vez aunque sea, estuvieron escribiendo el libreto para sus vidas, consientes del desastre y sin poder cambiarlo?
No está claro a dónde nos está llevando todo eso. Quizás, nomás, necesitamos que nos pase algo. Necesitamos tener una rabia en la garganta para saber que aún nos quedan cuerdas vocales, una piedra en el estómago para saber que aún hay un lugar físico para lo que acabamos de deglutir. Y todos los días, como un cuentagotas que no falla, usamos el mismo método infalible para no dejar de ser consientes de que existimos.
Estamos profundamente equivocados. Yo soy él, che. Yo voy siempre por el camino estúpido. Le doy vueltas a los fideos en el plato para no comérmelos, y pago la cuenta de todas formas. Porque prefiero ser idiota que, el día de mañana, no poder verme en el espejo. Acercarme a él, tocarlo con manos frías y no poder ver ni un pixel imaginario.
Voy, vengo, me levanto cien veces de la cama. Deshago lo hecho, armo lo nuevo y hablo, todas las veces, de lo que no voy a hacer nunca.
Al final del día, con todas esas verdades de bar barato y vacío, me compro un sueño, me lo instalo en la cabeza y me voy a dormir. Y toda la noche sueño, como un guerrero cansado y automáticamente preparado para luchar, que le clava una lanza a su enemigo con los ojos cerrados, para no tener que verse reflejado en su armadura, como prueba terrible de que él es él y aquel también.

3 comentarios:

Mara dijo...

Hola, Mariana! Quería decirte que tus escritos me parecen llenos de inteligencia e imaginación. Me han tocado varias veces la sensibilidad.
Eres una persona con mucho talento. Ojalá sigas escribiendo tan bello y tan sincero.

Saludos!

Mara.

Viviana dijo...

Wof! Qué mezcla tan extraña de todos (los que somos)y de todo (lo que somos)

Viviana dijo...

Mal o Bien son igualmente términos relativos. (Esto no creo que necesite explicaciones para alguien como vos) Mi comentario apuntó hacia un rotundo: Me mató!
Lo cual podría ser algo malo... no? O: me rompió la cabeza! (idem)... Jajaja! Por lo tanto quedémonos con lo sencillo, con lo común (ojo...sólo por un rato): Maru: De verdad me alucina cómo escribís.