5.7.09

A quien mira:

La verdad, no me siento tan culpable. ¿De haber roto qué? ¿De haber ido contra quiénes? Usted no sabe cómo es. Usted no ha visto la hojita que tengo doblada en un gran libro de mil doscientas páginas. Usted no me conoce, en absoluto.
Cuando toco fondo, la verdad que no necesito remontar. Por eso es que no me interesa comprarle una comenta. No insista. No es que no le crea que son de calidad de shopping. No me trate de burguesa, de que desprecio. La verdad es que no me interesa remontar.
Mi táctica consiste en quedarme en el fondo, con los pies en la tierra, de hecho enterrarlos como raíces, y con sus frutos florecer hacia arriba. Más tarde, con los vientos frescos de la mañana y un sol tibio de invierno, trepar por mis propias ramas, hacerme eco de la savia que me recorre, cosechar de mis frutos y dirigirme directo al cielo que me llama.
No sé qué nombre darle a todo esto. No sé si es lo correcto o lo usual, lo normal o lo esperado. Pero en la hoja dentro del libro gordo están todas las cosas que tengo que tirar a la basura. Y una de ellas es la maldita costumbre de ser, nada más y nada más, que el triste reflejo de lo poco que se espera de uno.

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