Princesa encerrada en todas las torres. Cristal y hebras mimbre, porcelana en la piel y salipcaduras de pintura negra para un marmolado en el rostro. Pequeño arco iris mestizo, capricho del tiempo, milagro bondadoso como agua tibia derramándose despacio. Silueta escondida entre dos brazos, peso en la falda y aquel sol haciendo brillar la piel.
No tenías ganas de pertenecer. No querías ser. Simplemente, esperar el ocaso en el ventanal, jugar a adivinar los defectos de la pintura en la pared, perderse en el blanco infinito que barniza los sueños. ¿Quién sos, pero en serio? Los niños, a veces, son tan profundos. Y se cansan, todo el tiempo, del humo de cigarrillo y aquellas frases repetidas. Dulzura a la tarde, ojos enormes que no están donde los quieren poner. Están donde pertenecen.
Me deja estar cerca. Me contesta en monosílabos. Sonríe poco. Está extremadamente tranquila, serena. Es tan pequeña como se pueda imaginar. Y todas las preguntas de rutina para explicar su estado hallan como respuesta un no.
Princesa de cristal aguardando un viento fuerte. No sé, ¿querrá quebrarse en mil pedazos? Miro sus ojos y adivino. No hace falta preguntar. El silencio es el mejor amigo, y así estamos las dos, tratando de entender porqué a veces los vientos son tan fuertes las manos son tan frágiles.
1 comentario:
lunas de queso tendrás...
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